TEXTOS EN HOMENAJE A CONCHI, NUESTRA QUERIDA COMPAÑERA DEL IES LA CALA DE MIJAS, EL DÍA DE SU CUMPLEAÑOS Y DE SU JUBILACIÓN

 

 

 

Nuestra querida Conchi se ha jubilado y, durante días, ha recibido el cariño y el homenaje merecido: muchas muestras de amor que el alumnado y el profesorado (amigas y amigos ahora, con sello forjado por el compañerismo), le hemos brindado, le hemos devuelto tal como correspondía.


 Ahí van los textos que yo le dediqué.

Querida Conchi:

Decía Heráclito que en la circunferencia, el principio y el fin coinciden. Qué idea más bella, incluso poética, podríamos decir.

En estos años has demostrado siempre tu plenitud matemática (de principio y a fin de tu vida laboral).

En tu noción de simetría, de equilibrio, de armonía, de medida, de orden, de relación humana y, en muchas ocasiones incluso lo has hecho en términos literarios por medio de la palabra, con imágenes, metáforas y símiles que han transitado por el camino de la belleza y también por los laberínticos (y matemáticos) anaqueles de la biblioteca. Has sido una artista del conjunto y una poeta de los números y de las formas.

Este es el final de una etapa y el inicio de otra que ofrece multitud de posibilidades: puertas que se abren al tiempo libre, a la creatividad, a la lectura, a saber quién eres fuera de un horario, a buscar caminos nuevos, lugares que visitar, a dedicarte tiempo, a amarte un poco más. Es el comienzo de otro tú, posiblemente más íntimo y tuyo.

Quedará la estela que dejas, indeleble, no lo dudes. Quedará en nuestra memoria y en la de tu alumnado tu buen hacer, tu compañerismo, tu humanidad, tu eficacia, y tu eterna disposición a ayudar.

Memoria que, por cierto, como decía Kundera no se concibe sin un acercamiento matemático porque el dato fundamental radica en la relación numérica que existe entre el tiempo de la vida vivida y el tiempo de la vida almacenada en la memoria.

Gracias, Conchi, por todo lo que nos has dado. Tenerte como compañera (y amiga) ha sido la mejor fórmula que la vida nos ha podido regalar.

 

 

Ya sabes que yo no soy ni matemática, ni exacta, más bien soy imprecisa, quizás aproximada a algo, con cierta tendencia al número imaginario y, a veces, descompuesta factorialmente, eso es lo que tiene dedicarse a la literatura. Por eso hoy prefiero leerte un poema de Pedro Salinas, de su libro La voz a ti debida que habla del exceso, que también es un concepto matemático:


¡Sí, todo con exceso:
la luz, la vida, el mar!
Plural todo, plural,
luces, vidas y mares.
A subir, a ascender
de docenas a cientos,
de cientos a millar,
en una jubilosa
repetición sin fin,
de tu amor, unidad.
Tablas, plumas y máquinas,
todo a multiplicar,
caricia por caricia,
abrazo por volcán.
Hay que cansar los números.
Que cuenten sin parar,
que se embriaguen contando,
y que no sepan ya
cuál de ellos será el último:
¡qué vivir sin final!
Que un gran tropel de ceros
asalte nuestras dichas
esbeltas, al pasar,
y las lleve a su cima.
Que se rompan las cifras,
sin poder calcular
ni el tiempo ni los besos.
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregamos a ciegas
—¡exceso, qué penúltimo!—
a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente
está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
«Eso no es nada, aún.
Buscaos bien, hay más».

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