POEMA DE DESPEDIDA A UNA AMIGA Y COMPAÑERA CON MOTIVO DE SU JUBILACIÓN
Estrella, compañera:
No te
asustes cuando, a partir de ahora, cada mañana sea el silencio de un reloj no
programado el que te despierte y acostúmbrate al placer de ser la dueña de tu
tiempo.
Date
la vuelta en el regocijo de las horas que saben eternas, de los tiempos sin
marcas, de las mañanas venideras… y cúbrete de nuevo con la cálida sábana de la
osadía.
Desinstálate
el ritmo, las prisas, los horarios, la burocracia, las reuniones, las guardias,
las tutorías… y acércate a ti y a lo que tú, además de ti, eres.
Gestiona
con la profesionalidad que te caracteriza tu tiempo libre, él también tiene
derecho a estar al corriente de tu buen hacer.
Sal a
la calle sin rumbo y disfruta de las plazas abiertas, del sol en la cara o de la
lluvia certera con la misma elegancia con la que has recorrido durante tanto
tiempo los pasillos hacia las aulas.
Haz
novillos, olvídate, no acudas cuando el timbre te reclame y refúgiate,
escondida, en el patio de las letras; pero tráenos de vez en cuando tu verbo
cálido y sabio.
Olvídate
de todo si hace falta, menos de nosotros, menos de mí, que te voy a añorar con
toda mi alma.
Marisi,
junio 2020, posconfinamiento
MINIPOEMA PARA EL DÍA DE LA MADRE
HIJAS
Soy una hija como otra cualquiera,
salí huyendo de mis padres
hacia donde ellos estaban.
Marisi, mayo de 2020
PRESENTACIÓN Y PREGÓN EN HONOR A LAS FIESTAS ARACELITANAS, CELEBRADO EL 1 DE MAYO DE 2020 EN REUNIÓN TELEMÁTICA FAMILIAR Y CLAVE DE HUMOR VERSIÓN ESCRITA.
EL PRESENTADOR: ANTONIO MORALES MARTÍNEZ
LA PREGONERA: LA DISIDENTE LUCENTINA Mª SIERRA MORALES MARTÍNEZ
Querida familia y adlateres:
Vamos a dar comienzo a un acto excepcional, y en dicho acto es para mí un honor, aunque debiera decir que "me llena de orgullo y satisfacción" haberme autoproclamado presentador de un hecho único: ser solo la segunda vez que nuestra excelsa patrona y sus virtudes van a ser pregonadas por una mujer.
Y, al hilo de esto, no puedo dejar de mencionar tres circunstancias excepcionales que en este primaveral pregón nos dejan algo extraordinario:
La primera es que el luctuoso que todos padecemos nos obliga a hacerlo de manera telemática.
La segunda, ya mencionada anteriormente, que sea la segunda mujer en casi sus 1500 años de historia que glose las gracias de nuestra patrona.
Y, finalmente, en tercer lugar, el hecho de que la pregonera se llame María de la Sierra, cuyo nombre responde a la más feroz advocación opositora en nuestra comarca.
No quiero caer en comparaciones pueblerinas, pero (dejémonos de historias) no es lo mismo ser "Altar del Cielo" y " Patrona del Campo Andaluz" (aún abducida por señoritos y terratenientes) que ser la patrona de un montón de riscos y unos bóvidos saltarines, con todos mis respetos a la variedad de devociones.
Después de este brevísimo y ameno preámbulo que espero haya iluminado a los oyentes, paso a destacar las virtudes de nuestra ínclita pregonera. Mujer desdeñosa de su lucentinidad, cual Saulo Pablo, recaudador de impuestos, vio este día la luz aracelitana y con su verbo cálido, sereno, sencillo y su pausada extraña visión de la vida cotidiana se ocupará de deleitarnos con su elevada prosa y su sentido verso de los beneficios que nos aporta estar protegidos por tan digna señora. Todo aquello que queremos oír los fieles devotos (declarados o no) en este pregón apócrifo lo escucharéis.
Así os conmino a prestar suma atención porque esta es la verdad verdadera. Con todos ustedes Mª de la Sierra Morales Martínez, pregonera.
Autor: Antonio Morales Martínez.
Cárcel
de hogar y anomalía aracelitana
Queridos lucentinos, querido
pueblo musulmán Al Yussana, querido pueblo judío de Eli Ossana, queridas
perlitas de Sefarad, Dios nos salve que falta nos va a hacer.
Aquí estamos hoy todos, las
tres culturas que corren por nuestras venas, musulmanes, judíos, cristianos… (el
virus baila con todos sin hacer distinción alguna) para inaugurar nuestras
maravillosas y telemáticas fiestas en honor a María Santísima de Araceli,
patrona de Lucena y del campo andaluz.
Sé que no he sido, ni soy
vuestra hija más ilustre y ni mucho menos ejemplar ni predilecta, pero espero
que sea posible la redención. Gracias por contar conmigo para ser hoy la
pregonera de estas fiestas, muchas gracias.
Hoy me vais a permitir que
centre mi atención en una familia que a pesar de estar desmembrada por los
últimos acontecimientos, conserva su talante festivo, una familia que es capaz
de disfrazarse en cuestión de segundos para alegrarse unos minutos de un
domingo cualquiera, que se levanta a las seis de la mañana para ver a “su Jesús”
virtual mientras se apiporra de pestiños y anís. Que aprovecha la feria de
abril para engalanar sus torsos con flores, peinetas, corbatas, sombreros y otras yerbas, manteniendo intacta la verdad
inferior (la entrepierna, el pantalón del pijama o chándal, las pantuflas
caseras, las polainas reventonas, el calzoncillo apalominado, la bragadura
soleada por la lluvia amarilla de la braguita femenina…).
Vivan
los juegos del hambre, zampabollos del sofá.
¡Viva
la virgen de Araceli! ¡Vivaaaaa!
Nos pilló este encierro como
un castigo bíblico que nos está haciendo ver que no somos más que un granito de
arena en un mundo que nosotros mismos hemos convertido en hostil:
Sufrimiento de hijos e hijas
que se han quedado atrapados con sus padres sin encontrar la manera de salir
del laberinto o que tuvieron que volar to
Spain cruzando cielo y tierra para encontrarse con ellos. Hijos aterrados que
se quedaron apresados a solas con sus azucaradas madres sin saber cómo huir porque
sus “play mobil” no volaban. Deportistas improvisando gimnasio en un salón. Nadadoras
de bañera intentando comprender la “Historia” una veces literaria y
otras real “de una escalera”. Flamantes cocineros-reposteros-futbolistas
locos por darle una patada aunque sea a una piedra y capaces de subirse por las
paredes sin ventosas en sus manos. La
revelación políglota de los niños de Babel. Retos congelados en las gélidas
aguas de la osadía. Ciclistas estáticos. Funcionarios teletrabajados. Caterings
atragantados en la garganta invisible de un comensal famélico. Jubilados y
jubiladas que creían haberse liberado de la monótona y rutinaria vida del
funcionario y que han visto que si la aventura es peligrosa, la rutina es
mortal. Profesoras on line que cada
vez están menos on line y más on bolling. Apartamentos de verano
convertidos sabiamente en estudio-biblioteca. Montessori reinventando el
material en horchata virtual. Muchachos preuniversitarios encerrados en El
cuarto de atrás y buscando el sentido de la existencia en El
árbol de la ciencia y el de la vida también. Empresarios de hostelería
sirviendo copas de zumo y cereal en la barra del bar de la paternidad. Empresarios
del turismo rural que esperan el trueque a la sombra de un árbol que los cobija
durante el confinamiento. Obreros-pecho-palomo del frío que no se libran del
trabajo ni con la pandemia. Masaje físico y mental en la distancia porque
sabemos que “la nieta” se refugia estos días (y otros muchos) en el regazo de
su abuela y viceversa. Cuidadoras enclaustradas sin descanso. Lolas a las que
han privado de su callejeo fármaco-mercadonil-matutino. Padres añorando a su
mágico pitufo. Trabajadores y trabajadoras de residencias donde mora la
HISTORIA de este país. Y qué decir de nuestros valientes, “enmascarillados” y
aplaudidos currantes de la sanidad desde el mirador de la etérea y fugaz (me
temo, aunque deseo equivocarme) solidaridad española: médica, auxiliares de enfermería,
técnico de hostelería… y un “Ángel” de
carne y hueso…, sin recursos para protegerse del incorpóreo, pero mortal, enemigo.
Y por último: una madre que
además es suegra, abuela y bisabuela de un querubín, viendo todo esto pasar con
la dignidad del sabio, con la entereza del creyente y la paciencia del que ha
vivido tanto que sabe que esto es algo más, que esto pasará como todo pasa en
la vida, pero lo que no debe pasar es la obligación moral que tenemos de
aprender de la experiencia.
Pueblo de Lucena, familia
querida, ni un encierro, ni una pandemia, ni todos los virus del mundo acabarán
con nuestra vitalidad ni con nuestras enormes ganas de cerrar cada sábado y
cada domingo la barra de cualquier bar.
¡Viva
la virgen de Araceli ¡Viva!
¡Vivan
los juegos del hambre y los zampabollos del sofá!
El siguiente poema ha sido escrito con motivo del V Certamen de poesía "Margarita Perujo Nebro". Acto que tuve el honor de presentar el 18 de enero de 2019 en su pueblo natal, Cuevas del Becerro.
Es un poema "fusión". Así lo llamo porque he querido llevar su voz al evento a través de mi recuerdo.
¿Y cómo se hace eso? Muy claro no lo tengo, pero lo que me ha nacido ha sido utilizar sus versos mezclados con los de mi propia creación. Yo hablo, es mi voz, pero también es la suya. He hecho un ensamblaje para fundir en un solo poema su eco con mi poesía. Quienes la hayan leído verán en el poema un recorrido por las líneas de "En la piel de las cerezas".
Lo subtitulo "El octavo" porque ahora es el lugar que ocupa en una serie de siete que recopilé en "Margaritas en mi pelo" .
Versos de insomnio en el
techo
(El
octavo)
Bastaba
tu mirada para que la poesía
traspasara
los muros de la indiferencia.
Una
palabra… y la vida se convertía en vertiginosa silueta.
Había
en tu persona un aire de gentil nobleza.
Te
recuerdo vestida de algas de mar y cubierta de corales la cabeza.
Rodeada
de artilugios de atrezo,
partituras
musicales
y
cuadernillos donde siempre tenía cabida un verso.
Sobre
la tierra,
unos
pies bien seguros
luchando
contra rebeldes adoquines
que
no soportaban
la
arquitectura estética de tus tacones.
A
veces, vestida de dama de noche,
esperabas
el tapujo de las estrellas.
Ni
el náufrago más feliz del mundo pudo resistirse a tu belleza.
No
fue un grifo mal cerrado el causante del naufragio,
eras
tú:
anegabas
con ritmo nuestros días
e
inundabas nuestras noches de luceros y planetas.
A tu
alrededor, peces de rima querubín
podían
volar, o nadar,
dependiendo
de nuestra gravedad sobre la tierra.
El
techo de la habitación acabó tintado de poemas
y el
insomnio ya no era un borrón de trazo incontrolado,
sino
verso nocturno dibujado en su seno:
quedó
el misógino señalado,
y un
claro
“Sí quiero que cuentes los lunares de mi
cuerpo
pero
no te equivoques, no tengo dueño”
o un
“Cambiaría un año de sonrisas fingidas
por
veinte minutos de franqueza”,
porque…
“Lo que no puedo decirte,
te
lo escribo
y
paro el tiempo
cuando
puedo,
cuando
quiero”
por
eso…
“Píntame,
padre, un cuento de hadas en la mejilla
mientras
te lleno los dedos
con
besos de mariposa”,
“Guárdame,
madre, tu cauce repleto
y el
cálido beso de tus labios
por
si algún día vuelvo”
Los dos poemas que ofrezco a continuación (el primero de ellos da título al libro) pertenecen al libro Buscándome entre las formas, que se publicará próximamente en la plataforma de Amazon. Estará compuesto por una selección de veintidós poesías escritas durante casi cuatro décadas.
Buscándome entre las formas
A veces
los lugares se
superponen
rodeando
lo que parece el gran
vacío
y
me dicen que soy yo
la que está en el
centro.
Me doy cuenta,
entonces,
de que en realidad el
vacío no existe;
pero ahí me veo
siendo espacio de
aquello que parece la nada.
El pálido invierno
He llegado a oír el
silencio,
a leer en sus labios
inertes palabras de deseo,
he visto cómo su boca
me besaba,
sin besarme,
y he creído creer que
me acariciaba.
Vengo de atravesar el
pálido invierno,
la dura estepa de la
soledad,
el castigo por amar,
y el continuo anhelo
de ser amada.
Pero nada me importa,
sigo teniendo el sueño,
ese que cada noche me
da lo que quiero,
el mismo que me hace
el amor sin rozarme,
que me besa,
que me susurra al
oído que me quiere,
y
que se desvanece cada mañana al despertarme.
Microrrelato
CARTA A LA AUSENCIA
Querido mío:
Hace ya diez días que te
fuiste y todavía no sé nada de ti. Son las siete y cuarto de la mañana y llevo
despierta prácticamente toda la noche; no puedo conciliar el sueño. He visto
amanecer nuevamente sin ti.
Desde la cama veo las
antenas del tejado de enfrente y el gran desconchón de la fachada; todos
duermen en esta ciudad y siento envidia de ellos. Espero que esto no dure mucho
más pues empieza a resultarme cruel.
Quisiera estar ahora
donde tú estás y romper de golpe con este insomnio.
Cuando te fuiste, ilusa
de mí, sin darme cuenta aún, creía que todo iba a ser más leve y que al rato
estarías a mi lado, en la cama, abrazándote a mí para hacerme dormir; pero no
es así.
Miro a mi alrededor, me
levanto, toco las cosas que alguna vez tú has tocado y veo que son todas tú,
convertido en ausencia. Ahora, después de días sin ti, todo es más grande: tú
eres un gigante, el tiempo una masa inasible y la cama (¡Dios mío, la cama!) es
un gran descampado de sábanas.
Oigo a lo lejos un
despertador, me asusto y vuelvo a acurrucarme entre las sábanas que ya no me
conocen, estoy triste y tengo ganas de llorar. Es eso, estoy exiliada en la
ausencia.
La casa está sola sin ti,
las plantas se me han echado a perder, ayer rompí el cristal de la mesa al
descorchar una botella de vino, es mi nueva manera de brindar.
Hace dos días tuve un
sueño, cuyo contenido era más intenso que cualquier realidad vivida, en él me
elevaba hasta el cielo y anduve con la luna hasta que ella, agotada, quiso
dormir; le conté que tengo un hombre con dos grandes ojos negros, el corazón de
un poeta, la fuerza de un leñador y el espíritu de un guerrero. Cuando bajé
había amanecido y un fuerte olor a nardos, a magnolia y a albahaca inundaba mi
habitación, así como el cielo azul y la claridad del día, un nuevo día, un día
más.
Meciéndome estoy en la
butaca cuando ya son casi las ocho de la mañana, con la luz del día y el
movimiento de la ciudad comienzan a desvanecerse los temores nocturnos que,
como una niña he ido acumulando. Veo todo más claro, intento desayunar y alejar
de mi alma las angustias que la oscuridad nos impone. Nada se mueve en el
interior, nada del nuevo día me da señales de ti, todo me dice que tampoco es
hoy el día que tú vas a volver. Me voy a tu armario y, otra vez hoy al ver tu
ropa, tus zapatos, tus cosas..., a la misma hora de todos los días desde hace
diez, nuevamente, en el mismo sitio, la realidad me da un bofetón en la cara y
me dice: "Chica, la muerte no devuelve a sus clientes. La vida es un
simple roce cuando has querido acordar. Es el roce del aire, del agua, del
humo, que antes fueron calor, sed y rítmica respiración. Acabamos donde nunca
hemos buscado y una vez allí nuestro recorrido ha sido en vano porque no era
meta sino destino".
Ahora, amor mío, he de
irme. Espero, con toda mi alma, que me contestes pronto porque esta vida sin ti
ha perdido su destino.
Marisi Morales Martínez
Microrrelato
Las aspiraciones de un suicida
(entre la g y la j)
Al coger aquel reloj, supe que el tiempo, mi vida y las circunstancias estaban cambiando. Cogí la botella y, nuevamente, comencé a ingerir el líquido que había en su interior. Estuve gestando aquella idea durante días y comprendí que ingeniar otro plan era absurdo. Me sentía como un indigente, en la calle, solo y sin rumbo. No encontraba lógica a mi vida y era el momento de usar la estrategia. Tan ingenuo no podía ser, era urgente tomar medidas, y así lo hice. Podía parecer paradójico que un suicida con mis aspiraciones se quitara la vida con un simple litro de lejía.
Marisi Morales Martínez
Breve relato, homenaje a las mujeres que han sido o son víctimas de cualquier forma de maltrato.
TIERRA MOJADA
CAPÍTULO
1. ELISA
Aquella era la mañana que Elisa
había elegido para marcharse. Su marido se había levantado temprano para llevar
a los niños al colegio e irse a trabajar, como cada día. Como cada día, les
preparó el desayuno a los tres y, una vez que se marcharon de casa, se dispuso
a recoger y a dejarlo todo en el sitio que le correspondía, no quería que al
volver notaran ningún cambio en su habitual ordenada actitud. En esta ocasión
incluyó una variante a su actividad diaria: hizo la maleta. Sólo lo preciso:
ropa de verano, cepillo y pasta de dientes, jabón para el aseo y la ropa
interior necesaria para una primera semana. En su bolso de mano había puesto su pasaporte, sin saber si lo
usaría, la cartera con el dinero y la documentación, un abanico, el billete de
tren y una foto de sus hijos. El dinero que llevaba lo había estado ahorrando
durante los dos últimos años, guardaba meticulosamente todo lo que le sobraba
de la comida y ahorraba de la misma manera todo lo destinado a su vestuario;
prácticamente llevaba todo ese tiempo sin comprarse ropa, sólo lo necesario
para no andar hecha un desastre y para que él no se percatara de su desaliño.
Las lágrimas le caían mejillas abajo
cuando, ya fuera del hogar, echaba la llave a quince años de vida.
Se dirigió a la estación de
autobuses donde compraría un billete para la ciudad más cercana con estación de
ferrocarril, al igual que había hecho días antes cuando decidió comprar el
billete de tren. Por el camino fue recordando aquel día y se dio cuenta del riesgo
que había corrido ausentándose de casa durante tantas horas. Hubiera tenido que
contestar a cientos de preguntas para las que
no hubiera tenido respuesta; la sola pretensión de marcharse de casa la
tenía absorbida, apenas pensaba en otra cosa, al menos cuando su marido estaba
delante, no tanto cuando veía a sus hijos que le devolvían frescura y entereza,
eran como una oleada de aire puro ante la que también tenía que estar
preparada, para no desistir de su proyecto; eran sentimientos que luchaban en su
interior y que la habían vuelto un ser pusilánime y débil. Era como una
enfermedad que la tenía sitiada y
convertía cada uno de sus pensamientos en la mismísima idea de huida.
Llegó, guardó durante breves
momentos cola, pidió su billete y pagó. Ensimismada dejó el cambio en el
mostrador y el cobrador tuvo que
llamarla en voz alta para que ella reaccionara. Un simple movimiento en las
comisuras de sus labios sirvió para dar las gracias y continuó su camino en dirección
al andén catorce.
Miraba por la ventanilla del autobús y no era capaz de elaborar ningún
pensamiento coherente. Todo se agolpaba en su mente y se mezclaban en ella el paisaje que iba quedando atrás (casas,
tejados, azoteas, el parque con su alameda, los quioscos de chucherías, la ferretería
de su cuñado...) con los fuertes sentimientos que oprimían su garganta con un
dolor de alfileres.
Alguien
le hablaba ahora y la sacaba de su ensimismamiento con una sensación que le
provocaba molestia y consuelo a la vez. No tenía ganas de responder a aquellas
preguntas tan absurdas y cotidianas, que no llevaban a ninguna parte, con
respuestas que se evaporarían en el momento en que se materializaran; pero le
aliviaba distraerse ahuyentando por momentos aquello que la ahogaba tan
recurrentemente.
No estaba muy lejos la ciudad del
ferrocarril, sólo a treinta y cinco minutos y, una vez allí, todavía tenía que
esperar treinta minutos antes de subirse al tren.
Aprovechó para comprarse una botella
de agua y un bocadillo. Tuvo que hacer
un gran esfuerzo para no atragantarse; pero sentía vacío su estómago y se
obligaba a comerlo. No lo saboreaba. Sólo lo engullía, como había venido
engullendo toda su vida en los últimos años.
VIVIR EN PAZ
EN LA GUERRA
SÍNTESIS EMOCIONAL DEL CAMINO.
Camino
de Santiago
A PIE
Dedicado
a todos los Antonios. A los que no han venido, a los que se fueron y a los que
se quedaron conmigo para siempre.
Dedicado
a Ana y a Miguel, que me dieron la vida y una nueva visión del mundo.
Dedicado
a Paco y a Marina, superación de la soledad humana.
Dedicado
a Paqui y a Manuel, arte, ciencia, historia de la humanidad, tierra y cielo,
ángeles del arte y también de lo artesano. Personificación de la complejidad y
de la sencillez humana.
Dedicado
a Tim, síntesis de lo que somos y de lo que no somos también.
Ya
estamos todos y yo os llevaré siempre en el corazón.
3
de julio de 2010.
Málaga-Madrid,
Madrid-Zaragoza, Zaragoza-Canfranc, Canfranc-Somport.
Este último tramo nos ocupa
más tiempo que el que hay de Málaga a Zaragoza.
Un tren de dos vagones,
calor sofocante y mínima velocidad nos conduce por paisajes que van
adentrándose poco a poco en la montaña y, sin pensarlo, al Pirineo: Canfrac
estación.
Picos nevados y, de pronto,
una gran tormenta. No se ve nada, la nube nos invade y todavía queda coger un
autobús a Somport. Puntual, nos lleva a nuestro destino, a nuestro albergue,
donde vamos a dormir. Vemos llover intensamente, sin tregua, sin perdón. A la
cama. Buenas noches.
Al despertar, el destino ya
es origen.
4
de julio de 2010.
Siete de la mañana,
desayuno, recogida y camino. El paisaje, pura montaña, picos nevados,
maravillosa naturaleza. Olores a tierra mojada me traen recuerdos muy míos, muy
de mi infancia, de la humedad que todos llevamos dentro. 11 kms. acogidas por
bosques, ríos, puentes, que dejan ver la mano del hombre. El camino por hoy se
acaba.
Llega la tarde y, en una
plaza que se ha llenado por casualidad, asistimos a los cantos y retahílas de
niños y adolescentes de ombligo henchido, acné en la cara y naturaleza
desigual. Grandes espectadores asisten al acto: un puñado de casuales clientes
de la única terraza de un bar de pueblo,
un trío de perros atónitos por tanto movimiento y unos servidores: peregrinos
del camino más verde que nunca hemos pisado, más húmedo que los ojos de la risa
y tan soleado que pareciera que la tormenta del día anterior solo hubiera sido
una broma o un fantasmagórico sueño. Se acaba el día y todavía queda valor
suficiente para continuar de cualquier manera, creo. Ahora hay que cenar, hay
que dormir, porque sin el alimento y sin el sueño el alma no puede seguir su
camino.
5
de julio de 2010.
Jaca
o la tragedia humana.
Hoy hemos llegado a Jaca,
quizás sean las 13 h, no lo sé. El albergue está cerrado, ocupamos el portal,
antesala de una noche trágica. Compartimos cena con un grupo de peregrinos.
Conocemos a Miguel y a Ana. Llegan exhaustos, casi a las 10 h. de la noche. Les
ofrecemos nuestra cena y también la compartimos. Maravillosos seres humanos,
quizás los mejores de entre nosotros esa noche y de todas las noches de nuestra
vida. Se distinguía su luz, su humanidad, su pérdida, su juventud. Desde ese
momento comenzamos a querernos y seguimos juntos hasta el último día.
Llega la noche y con ella la
tragedia humana. Gritos desesperados de una niña de no más de seis años. Gritos
de la bestia también, seguramente el padre. Súplicas, llantos, horas, minutos,
nada la consuela, nada hace parar a la bestia. Desde mi cama, solo me encojo,
solo me encojo. No hago nada. No duermo bien, se me ha metido el dolor en el
pecho (en el plexo solar) y me circula entre las entrañas. Dolor, dolor,
desesperación. No hay consuelo, se hace eterno, eterno. Seguramente más de uno
hemos deseado la muerte en ese momento.
Por fin llega la luz, la
mañana y la huida.
6
de julio de 2010.
Santa
Cilia se convierte en refugio de nuestra huida. No he llorado
todavía. Lo haré. Desahogaré mis lágrimas lentamente y recorrerán el inútil
camino del dolor gratuito.
El albergue de Santa Cilia
nos acoge literalmente con las puertas abiertas. Nada ni nadie impiden nuestra
acogida. Volvemos a encontrarnos con Miguel y Ana, con Ana y Miguel y también
con su proeza humana. Cuando los ojos no te muestran los rostros de los humanos
es el alma la que desnuda de su aspereza los corazones de nuestros semejantes.
Conocemos a los alemanes
(entre ellos, Marina de ojos tristes). Muy oportunamente presenciamos el
partido España-Alemania. Ganamos. ¿Lo he dicho en plural? Fue divertido.
“Antonío” se va, no sigue,
no sabe.
7
de julio de 2010.
Sta.
Cilia.
Sí, Sta. Cilia de nuevo.
Subimos a San Juan de la Peña. El paraje, el monasterio, la posible forma de
vida que imagino me crean la fugaz visión de que quizás, puede ser, cualquier
tiempo pasado fue mejor, pero es eso, FUGAZ.
Hablamos, hablamos y
hablamos. La educación, los educadores, los educados y los maleducados.
Ese día, los labios pintados
de carmín de Paqui son bautizados. Le hacemos honor a Celia Cruz y ahora ya no
son labios, ni morros (tampoco trompa) sino “LA BEMBA COLORÁ”. Cuando el
producto recibe su nombre la mente toma conciencia de su existencia. Ya siempre
será Paqui y su bemba colorá. Se distingue a lo lejos. Es otra señal del
camino.
8
de julio de 2010.
Arres.
Maravilloso Arres (o Arrés).
No faltó de nada. Bosque, bosque vegetado, bosque del camino, bosque
petrificado, bosque del encuentro, bosque de insectos, bosque de mariposas.
Algunas, caídas en la batalla de una maldición inevitable, sólo 24 horas, hay
que aprovechar el día (carpe diem,
mariposa). Muchas, acompañándonos en este camino.
Marisopla
de la vida, marisopla de la muerte. Arres se nos resiste.
Un calor interminable de 3
kms. sin sombra nos mete en la espiral. Cuando el cerebro no oxigena, la duda
sobre qué somos surge. Surge la imperfección que no es otra cosa que el
sentimiento de culpa, la que pagamos por ser humanos. La reacción al dolor no
tiene esquemas, es su propia magnitud (la del dolor) la que nos empuja en una dirección. ¡Qué hacer!
Maravilloso Arres se divisa
a lo lejos. No tan lejos, se nos echa encima. Quizás quince casas, puede que
siete vecinos. Epi, Mercé, protocolos de presentación, adopción como
traductora, toma de posesión, nos hacemos con el sitio.
Nos espera una gran siesta.
Un cansancio extremo refleja la cantidad de sol que han soportado nuestros
rostros y nuestras cabezas. No queremos que se nos seque el alma. No quiero
vivir sin la humedad. No puedo abrir los ojos, pero los abro. Primero uno, y se
perfila una figura. Luego otro, y surge otro rostro. Me pregunto, todavía
dormida o eso creo, "¿Queda gente en este
planeta capaz de recorrer, a estas horas, un monte a 40º grados?” Queda.
Son Antonio, Manuel y Paco. Ya no estoy dormida. Esos seres toman forma y son
humanos. Gracias Arres por compensar el esfuerzo y la osadía, también humana.
Empatía, simpatía, valentía,
osadía, ambrosía y fantasía. No hay palabras, yo no tengo otras.
La cena se presenta casi
como una ceremonia, participamos de su elaboración y comemos. Estupenda acogida
con relato incluido.” ¿Podemos ser
libres?” , pregunta Miguel, y es que los hospitaleros por unos minutos se
han convertido en carceleros. Pronto nos liberan y podemos asistir a una puesta
de sol nublada o sin puesta de sol.
Gracias de nuevo, Arres, se produjo la
magia.
9
de julio de 2010.
Artieda.
¿Dónde está Artieda? ¿Cuándo
llegamos? Artieda es la duda, es la pérdida y también el desvío. Disfrutamos de
nuestro camino, pero no nos gusta perdernos. Ha llegado el momento que, hasta
ahora, todavía, no había ocurrido. El calor, ya del mediodía, nos juega una de
sus bazas. No hay camino sobre la tierra arada, pero aun así nos empeñamos en cruzar.
Sorteamos los terrones duros que se hunden en su propio seno. El surco formado
por el arado del tiempo sella ahora nuestros rostros. Se mejora la pérdida
porque aparecen Ana y Miguel y…Tim. Ya nada importa si estamos juntos.
Recorremos casi 3 kms de más. Subimos, nos deshidratamos, nos paramos,
hablamos, reflexionamos y andamos, andamos. Sobre todo, subimos.
―
¿Dónde
está el cielo?―me pregunto―. En Artieda, nuestro destino.
―¿Dónde están todos?―me
vuelvo a preguntar―. En Artieda,
esperando nuestro ascenso.
10
de julio de 2010.
A
Sangüesa by taxi.
Maravillosa trampa aquella
que lleva a cabo el buen peregrino. Hoy no queremos andar. Paqui y yo nos vamos
en taxi a Sangüesa. Ah, que también se vienen Miguel y Ana. Oh no, Paco también.
Quizás Marina, ¿alguien más?
Rápida, aguda y eficaz
estrategia. Il capo, la mafia, Corleone y si hace falta nos cargamos a alguien,
te tapo la boca y te compro tu silencio. Divertida fantasía: tendremos que
rendir cuentas, o no.
Hemos sobrevivido a nuestra
propia trampa. ¡Qué divertido! Llegamos by taxi a Sangüesa. La taxista sabuesa
nos deja en mitad del pueblo, a la vista de toda la gente que está sentada en
una cafetería. Non é posibile. Ya veo los titulares: PEREGRINOS MOTORIZADOS
BAJAN EN MANADA DE UN TAXI DE OCHO PLAZAS. ¡Non é posibile! ¡Qué descaro! Y…
ahora a hacer tiempo hasta que el albergue esté abierto. Nos camuflamos y nos
convertimos en turistas-consumistas. Por fin, la farmacia. Me curaré el plexo solar,
tengo enfermo el amor incondicional. De pronto, otra vez todos en el albergue.
Risas, comida y yo no quiero irme. Si lo sé, no vengo. Y mañana a Izco.
11
de julio de 2010.
Izco.
Final del mundial.
Campeones.
Benditos diecinueve o veinte
kilómetros. ¿Dónde están mis pies que no los siento porque estoy flotando?
Volé, sobrevolé aquel
camino. Las palabras y las cosas. El mundo y la toma de conciencia. Las
estratagemas y los miedos. No ha habido kilómetros sino largas ristras de
emociones. Acompañadas por ángeles protectores que no nos abandonan. Lo único
que dejan atrás, por ahora, es su ritmo, lo someten a sacrificio. Hemos tenido
el honor de frenar el viento, de parar la luz y luchar contra el rayo. La fuga
ya no es peregrina. La huida no tiene posibilidad y el aire, ahora, roza
nuestros rostros como una caricia. La brisa, a pesar de que es inexistente, es
nuestra aliada. Hemos llegado a Izco.
Izco reserva un Portal de
Belén para Miguel y Ana. La cena, el sonido de nuestras risas, el vino y al
Portal de Belén. La tormenta nos embiste, rayos y truenos, esto es agua y la
Bemba Colorá cantando.
12
de julio de 2010.
Monreal o
la bifurcación del camino.
Eunate
o la petición de deseos.
Puente
la Reina y tiro porque me toca (o quizás me lleva la corriente).
Hemos confesado nuestro
secreto. Somos enviadas especiales en/para y del camino. Venimos a cumplir una
misión y el taxi lo paga la empresa.
Como tales hemos asistido a la
proeza y también a la tragedia humana, al abandono y a la huida, a la soledad y
a la desesperación, al deseo de amar y de ser amado, al intento de supervivencia
y a la supervivencia en estado puro. Somos humanos: somos uno y previsibles de
forma aislada, como si fuéramos números, y muchos e inesperados cuando las mágicas
matemáticas nos combinan, varían y permutan, nos sorprenden.
Historia de la humanidad o
maravillosa interacción humana.
13
de julio de 2010.
Despedida o como las cosas
tristes pueden ser a veces tan bellas.
Marisi Morales
Martínez
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